#Opinión Horario de verano, la “desaparición forzada” / Francisco Espinosa

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Por Francisco Espinoza

Investigación gracias al apoyo del Fondo Sectorial Conacyt-Secretaría de Energía-Sustentabilidad

Energética; dentro del proyecto denominado “Evaluación económica, ambiental y social de la política pública de

eficiencia energética en México”.

Este domingo 7 de abril comenzó el horario de verano, la mayoría de la información que circula al respecto, se enfoca en mencionar que los relojes deberán adelantarse una hora el domingo a las 2:00 a.m. y que según datos del FIDE publicados en octubre de 2018, en ese año se ahorraron cerca de 941 Giga Watts-hora (GWh) gracias a su aplicación, también se puede decir que entre 1996 y el 2018 el ahorro acumulado es cerca de 25,665 (GWh) y en promedio cada año se evita la demanda en el Sistema Eléctrico Nacional de 755 (MW).


Sin embargo, en últimas fechas a nivel federal en la Cámara de Senadores y a nivel estatal en la Cámara de Diputados de Baja California Sur, se han presentado iniciativas que consideran que el programa debe desaparecer; lo cierto es que los argumentos que se han dado por parte de los legisladores involucrados en dichas iniciativas parecen estar sustentados más en la percepción personal que en estudios científicos serios.

La realidad es que, existen pocos estudios en México que abunden sobre el tema, pero uno de los más recientes realizado por la Clínica de Trastornos del Sueño de la UNAM arrojó como resultado que respecto a el horario de verano no existen mayores afectaciones entre la población que no padece previamente algún trastorno como el insomnio y en caso de existir alguna, esta puede ser superada en un plazo máximo de una semana después del cambio de horario, la recomendación para evitar dicha afectación es ir a dormir una hora antes la noche previa al inicio de la medida.

Por otro lado, uno de los principales efectos que la población espera del horario de verano, es la reducción en el pago de su recibo de luz, lo cual no se observa de forma directa debido a una variedad de circunstancias.

En principio los hábitos de consumo de energía son el factor predominante en el pago de dicho recibo, es decir si los habitantes de cada vivienda tienen prácticas contrarias al ahorro y uso eficiente de la energía, estas prácticas impactarán directamente en el costo de su facturación final, independientemente de la época del año en que se encuentre, aunado a ello si se considera que el verano es en ciertos territorios justamente la época en que más consumo de energía existe debido al uso de aires acondicionados, ventiladores y todo equipo que proporcione confort climático a nuestras viviendas, es más fácil entender que el ahorro por el aprovechamiento de la luz solar se verá opacado por estos hábitos nocivos.

Por otro lado, a nivel internacional los estudios relacionados con el horario de verano terminan siendo no concluyentes en sus resultados, lo único en que sí coinciden es en la dificultad de poder presentar resultados de los beneficios de la aplicación de la medida en forma aislada ya que estos se ven reflejados de mejor manera cuando se presentan en su conjunto (beneficios ambientales, energéticos, sociales, en seguridad, etc.).

Otro punto relevante es que los estudios que se realizan en un espacio geográfico especifico no son validos para otro incluso del mismo país, por lo tanto, una evaluación de la medida debe realizarse en forma integral, teniendo en cuenta todos los factores en los que impacta el programa, como lo es la movilidad interna y con los países vecinos, comercio, transacciones económicas, turismo, entre otros.

A pesar de todo, el horario de verano sigue mostrando ahorros en materia energética año con año que, si bien representan un porcentaje mínimo del consumo total de energía en el país, es un ahorro que abona a la reducción de emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) a la que nuestro país se comprometió ante el Acuerdo de París y que tiene como meta para el sector de generación eléctrica un 18% de reducción de dichos gases al 2030.

Entonces, desde los congresos se deberían impulsar iniciativas que promuevan la investigación para un mejor análisis de los distintos programas de ahorro y uso eficiente de la energía, no solo del horario de verano, esto con la finalidad de conocer claramente la situación real de los beneficios obtenidos con respecto a dichos programas, así como los perjuicios que pudieran derivarse de la aplicación de ellos; dicha información debe tener tanto el objetivo de orientar a quienes definen la agenda política de nuestro país, apoyándolos en la toma de decisiones, cómo el de informar al público en general, para mantener una percepción positiva y promover la participación de la ciudadanía tanto en las discusiones sobre el tema como al momento de su implementación.

Más allá de propuestas basadas en percepciones poco informadas sobre los beneficios del horario de verano, lo que necesitamos es que se divulgue entre la población la información en todo lo que ahorro y eficiencia de energía se refiere, ya que una sola medida no es suficiente para reducir los impactos negativos que se derivan de la actividad humana en el medio ambiente, en cambio varias medidas bien implementadas y con conocimiento pleno por parte de la población, nos pueden conducir a tener habitantes conscientes de sus acciones y del impacto que estas representan, atacando así uno de los problemas de origen.

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