#Opinión Más que ingenieras / Juanita Concha
Por: Juanita Concha / @juanita_concha
Inicié mi vida profesional como ingeniera civil a los 22 años, encargada de proyectos de infraestructura y movilidad en los cuales participaban principalmente hombres con amplia trayectoria en el sector. En estos proyectos tuve la experiencia de ser vista, frecuentemente, más como una mujer joven que como la ingeniera encargada del proyecto. Estas situaciones me implicaron un esfuerzo adicional, pues me vi en la necesidad permanente de probar que ser joven y ser mujer no me hacía menos capaz de cumplir con los resultados requeridos por mi trabajo. A partir de estas experiencias y por la dinámica propia de mi profesión, me sumergí por completo en mi trabajo, y los demás aspectos de mi vida quedaron en un segundo plano, incluso mi rol de madre. De esta rutina sigo siendo testigo diariamente, por mis colegas y amigas del sector. Por este motivo quiero compartir mis experiencias y aprendizajes como mujer profesional y madre profesional en el campo de la ingeniería civil. Con este texto las invito a un espacio de reflexión, reconociendo la importancia de llevar vidas balanceadas sin imponernos dinámicas de sobreesfuerzo profesional.
Durante mi carrera he trabajado principalmente en proyectos de infraestructura y movilidad. Estas oportunidades avivaron, desde un comienzo, mi pasión por los proyectos de Ciudad, y me permitieron conocer a fondo las distintas etapas y dinámicas de los proyectos. En estas experiencias muchas veces parecía no ser suficiente la disciplina, las largas horas de trabajo y el soporte técnico con que hacía mis afirmaciones para que fueran consideradas en los procesos de toma de decisión. Entonces entendí, tal vez no de manera consciente, que necesitaba cambios para que mi voz fuera escuchada, para poder aportar en la orientación de los proyectos, y no quedarme sólo en el rol asistencial o ejecutor, que, para el contexto propio del sector en ese momento en Colombia, parecía ser el rol más usual para una mujer.
Es así como durante estos 17 años de vida de mujer profesional, en la que he pasado de un rol netamente ejecutor a roles directivos y de consultoría, siempre he puesto sobre la mesa mis opiniones y recomendaciones, aunque no hubiesen sido solicitadas. Respetando siempre la balanza de la seguridad técnica y la realidad de los proyectos, con sus restricciones políticas y presupuestales, con dos objetivos que siempre han guiado mi trabajo: proporcionar servicios de transporte y proyectos de infraestructura de calidad pensados en las necesidades de la comunidad y velar por el adecuado uso de los recursos públicos.
Asimismo, le he dado el valor a las voces de las distintas personas involucradas en los proyectos, pues he sido testigo que muchas ideas realmente ingeniosas no logran ser transmitidas, no son valoradas ni tenidas en cuenta en la toma de decisiones, limitando así los proyectos.
En mi trayectoria muchas veces he sido quién más empatía ha tenido frente a las necesidades de la comunidad y de los usuarios del transporte y frente a las necesidades y propuestas de las personas que conforman los equipos de trabajo. Muchas veces he sido la persona que sigue su intuición, su sexto sentido, para anticipar situaciones y comportamientos y saber con quién o por dónde avanzar en una situación determinada. Muchas veces he luchado con pragmatismo por un enfoque coherente donde prevalezca el interés general, inclusive en contra de la tendencia general. Muchas veces me he encargado de más responsabilidades para sacar los temas adelante. En resumen, muchas veces he sido la única mujer en la mesa. Soy más que ingeniera y esto me ha facilitado mi relación con distintos actores, pues cualidades como la empatía y calidez humana me permiten entender y asumir como propias las necesidades de cada uno, para generar soluciones integrales con resultados gana – gana.
Pero a pesar de mis satisfacciones como mujer profesional, en todos estos años apenas hasta hace poco pude realmente ser coherente con mi rol como madre. Soy más que ingeniera y balancear mi vida profesional, con la importancia que tiene para mí mi familia, ha sido un proceso de mucho aprendizaje.
Hace ocho años tuve mi primer hijo, Tomás, dos años después nació Violeta. Ellos me han acompañado en épocas muy exigentes de trabajo en proyectos de movilidad como el Transmilenio en Bogotá y el MIO en Cali. Durante estos años, debido a la etapa de maduración profesional en la que me encontraba y por mi responsabilidad incondicional con el desarrollo de los roles asumidos, invertí gran parte de mi tiempo en actividades propias de los proyectos. Esto implicó largas jornadas laborales, lastimosamente no siempre en actividades que dieran beneficios reales a las comunidades o ciudades.
Valorando la importancia de todos los miembros de la sociedad, tanto mujeres como hombres en sus diferentes roles, definitivamente puedo decir que las mujeres profesionales que decidimos ser madres necesitamos aceptar y entender que somo más que nuestra profesión, somos más que ingenieras. Que tenemos la fortuna de tener la vida de otros seres humanos a nuestro cargo y esto requiere un cambio estructural en la forma como se entienden nuestras dinámicas laborales. Considero que necesitamos tener un balance en el uso de nuestro tiempo, pues este no se recupera. Necesitamos dejar de desperdiciar tiempo en actividades que no generen valor real para los proyectos. Necesitamos dejar el sobreesfuerzo a un lado, y a cambio dedicar a nuestros hijos la atención que merecen y requieren.
En resumen, somos más que ingenieras es una invitación a seguir aumentando nuestro liderazgo como mujeres profesionales en el sector de la movilidad y la infraestructura porque somos más que ingenieras,asumimos los retos, por difíciles que sean, con dedicación, proactividad y responsabilidad, sabemos aprovechar y potenciar las capacidades de cada uno de los miembros de nuestros equipos, incluso las nuestras, con el sello de la empatía, la coherencia y el buen sentido, con esa seguridad que nos permite ver a cada persona en su individualidad, con sus necesidades sin perder de vista el contexto en su conjunto. Somos más que ingenieras también significa que podemos ser madres sin miedo a perder nuestra maduración profesional por el nacimiento de nuestros hijos. Mujeres que enfrentamos decisiones difíciles para balancear la vida profesional y personal. Mujeres que necesitamos reestructurar nuestra dinámica laboral, para poder darles estabilidad a nuestros pequeños, pues su crecimiento es inminente y si no estamos presentes es difícil poder aportar de fondo a su formación. Mujeres en posiciones de liderazgo que entendemos la importancia del balance que necesitamos los profesionales, mujeres y hombres, que llevemos a cabo apasionantes proyectos de vital importancia para nuestras ciudades, entendiendo que el tiempo que dedicamos a nuestros hijos también es valioso para el futuro de nuestra sociedad.
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