#Opinión Gestión de la movilidad con perspectiva de género / Gisela Méndez

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Mi experiencia desde la función pública

Por Gisela Méndez

De 24 años de carrera profesional, 12 los dediqué a la iniciativa privada y la academia, y los últimos 12 años he estado dentro de la función pública, con un periodo intermedio en la sociedad civil organizada, siempre en los temas urbanos, los del quehacer de la ciudad. Como funcionaria he trabajado en el gobierno municipal, estatal y actualmente el federal.

Desde que era estudiante sobresalí por mi desempeño y, eligiendo una carrera con predominancia masculina, comencé a entender las dificultades de ser mujer en un ambiente profesional, donde destacar se castiga. Después de casi cinco años estudiando arquitectura, fui la primera estudiante en darle a mi escuela el primer lugar en el Concurso Nacional de Arquitectura; sin embargo, cuando mi generación enfrentó una reprobación masiva en el último año, cerré mi etapa de estudiante con la acusación de haber sido una de las pocas que había concluido por, seguramente, estar acostándome con el profesor.

Durante mi trabajo como parte de una consultoría urbana aprendí a entender cómo los intereses privados influían en la forma de hacer nuestras ciudades. Haciendo mancuerna con mi jefe, lográbamos revertir muchas de esas decisiones, sobre lo que constantemente escuchaba la siguiente frase: “¿Sabes por qué el arquitecto te hace tanto caso? Por las minifaldas que te pones”.

Cuando inicié mi carrera como funcionaria pública con la fundación del Instituto de Planeación de Colima, un presidente municipal se negó a pagarnos el sueldo por más de un año. Cuando al final lo hizo, exigió que a mí se me pagara menos que a mi compañero, aunque teníamos el mismo nivel de puesto. Tanto mi jefe como mi compañero sacaron la diferencia de su propio sueldo por considerar injusto que se me pagara menos.

Conforme mi desempeño hacía que adquiriera más responsabilidades, quienes dentro de las organizaciones en las que he trabajado se sintieron desplazados, sin la posibilidad de ejercer efectivamente violencia laboral, no dudaron en señalar constantemente que mis responsabilidades se debían a mi relación con mis jefes, y no a mi capacidad.

Con el posicionamiento que logré a nivel nacional e internacional en temas de movilidad y transporte me integré al gobierno estatal de Colima. Una lideresa de transportistas me preguntó: “Y tú, ¿cómo llegaste aquí? ¿De quién eres hija?”. Una pregunta que refleja las costumbres en las designaciones de funcionarios de primer nivel en todos los gobiernos. Una pregunta similar me hicieron cuando posteriormente me incorporé al gobierno federal: “¿Quién es tu padrino?”, me dijeron.

Las dificultades para ejercer profesionalmente en un sector dominado por hombres, inicia justamente con el nivel de descrédito inicial con el que comienza una mujer y, sin importar qué tan alto llegues en la jerarquía institucional, demostrar tu valor es un ejercicio diario.

Estas historias son comunes y no deberían serlo. Como funcionaria al frente de políticas de movilidad y transporte, entendí que ejercer la igualdad y el trato digno pasa por un filtro personal de quien está a cargo de la política. Sobre Colima puedo nombrar cuatro casos:

  1. Eliminar barreras culturales que no permitían que las mujeres fueran titulares de una concesión de taxi o de autobús. Esta política fue dictada a mediados de los años 90 por el Director de Transporte en turno. No es un lineamiento que esté en la ley o en algún reglamento, ni siquiera está en los manuales de procedimientos, sin embargo se volvió una practica común y obligó a muchas mujeres a ceder su espacio como titulares a padres, hermanos, hijos y esposos, hasta que años más tarde, durante disputas familiares, quedaban completamente fuera. Fui testigo de casos donde hubo fracturas familiares, abusos de autoridad, violencia contra las mujeres y hasta una línea de investigación por asesinato, todo por una política basada en la concepción de que una mujer no puede manejar una concesión de transporte.
  2. Evidenciar la existencia y el combate al acoso sexual en el transporte público. Una de cada tres mujeres ha vivido acoso sexual, la mayoría de estos casos se da en el espacio y en el transporte público. En Colima, una chica tuvo que saltar de un taxi en movimiento al sentirse amenazada por el taxista, una situación que la sociedad aún considera normal. La situación es muy distinta cuando quien está a cargo y emite el mensaje es una mujer. Ante esta postura firme,se duplicaron las denuncias ante la Secretaría, y se difundió la advertencia entre taxistas sobre las sanciones en caso de acoso. Esto no significa que los casos hayan aumentado, sino los reportes. Cambió la relación con la autoridad.
  3. Si tienes antecedentes penales no puedes ser concesionario, si ejerces violencia contra la mujer tampoco. Es común ver que para obtener un trabajo se solicite una carta de antecedentes no penales. Nuestro equipo fue más allá. Para ser concesionario o chofer certificado ahora debes permitir a la autoridad solicitar tu estado con respecto a medidas cautelares por violencia de género. Esto lo acompañamos de acciones de capacitación constante a los choferes que, durante los cursos, externaron que muchas actitudes que son consideradas violencia, no lo eran para ellos, o bien que no las habían visto desde la perspectiva de la mujer. Además de institucionalizar el procedimiento administrativo, la demanda por parte de los choferes para conocer más del tema aumentó.
  4. Facilitar el cambio del género en las licencias de conducir. Tener una identificación que sea acorde a tu género legalmente reconocido es muy importante. Ayuda a evitar actos de discriminación, abuso de poder y burlas, además de que se trata de un derecho al cual las personas transgénero deben acceder sin que nadie las cuestione. Decidimos cambiar la palabra sexo por la palabra género, y le explicamos al personal la relevancia e importancia de este cambio. El resultado se dio meses después, cuando una mujer transgénero quiso obtener su licencia y el personal se la otorgó como indicaba el procedimiento. Su experiencia se hizo pública y esa misma semana realizamos más trámites similares. De nuevo, la relación con la autoridad había cambiado y la tutela de los derechos humanos prevaleció sobre las opiniones personales.

Cada uno de estos cambios no estuvo exento de burlas, comentarios negativos y señalamientos hacia lo que se consideraba moralmente inaceptable. Parecía una gran revolución, cuando no fue más que la aplicación de los derechos constitucionales que tenemos como mexicanos y mexicanas.

¿Cuál es la diferencia? No sé si sea tener a una mujer o a un hombre en el cargo, pero sí considero se que requiere tener conocimiento de los derechos humanos universales y de los constitucionales, para que nuestro papel como autoridades sea promover el ejercicio pleno de los derechos de todas las personas, sin excepciones.

Hoy, dos de cada 10 mujeres cambiaría su modo de viaje con tal de no vivir acoso sexual, o ser objeto de una violación. La violencia en el espacio y el transporte público va en aumento. Hacer que el enfoque de género se aplique transversalmente en todas las políticas públicas, es el gran reto de los gobiernos y de nosotros como sociedad.

 

Gisela Méndez @gismendez / giselamendez@me.com

La serie es coordinada por Céline Jacquin, Tannia Medina y Gisela Méndez.

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